domingo, 30 de septiembre de 2007

Como si estuvieras jugando


Luego de leer el cuento "Como si estuvieras jugando" de J.J.Hernández, los chicos de segundo año, lo renarraron desde alguno de los personajes, en este caso desde uno de los mellizos:

Todavía me acuerdo de esa tarde. Mi hermano y yo llegamos corriendo a la casa y nos detuvimos en la puerta. Sentada en la mesa, conversaba con mi abuela, mi mamá. Sí, la señora que unos años atrás prácticamente nos abandonó. Nos quedamos mirándola y mi abuela nos obligó a saludarla. En sus brazos tenía una beba, flaquita flaquita era, nuestra hermana, la iba a abandonar como a nosotros.

Eso pasó unos seis años atrás, ahora la beba ya es toda una nena, bastante tonta, pero la queremos mucho. Muchas veces nos hace reír y muchas otras nos encanta molestarla. Mi familia y yo somos muy humildes, dormimos todos juntos y casi ni nos alcanza para comer y con esta sequía tenemos que ir a buscar el agua a la estación. Mi hermano y yo sabemos leer y escribir un montón de palabras, también sabemos sumar y restar, y casi multiplicar. Porque nosotros íbamos al colegio, que quedaba lejísimos, íbamos a caballo, pero el maestro se jubiló y ya no tuvimos más clases porque nadie quería ser profesor. Vivir como nosotros no es nada fácil, nunca sabés si vas a comer o no, usás la misma ropa cuatro días seguidos más o menos, y la tenés que lavar con muy poca agua. No sabés si vas a pasar mucho frío o mucho calor. También tenemos que ir a trabajar a la estación, vendemos o pedimos. Generalmente nos ignoran y miran para otro lado, se hacen los dormidos o los distraídos, como si no existiéramos. Otros nos miran con asco como si fuéramos bichos, y una cifra menor, se digna a comprarnos algo. El otro día la llevamos a la Inés por primera vez, estaba muy nerviosa la chiquitita. Tenía que actuar haciéndose la ciega, nosotros íbamos atrás de ella agarrándola, y ella estiraba su manito para que la gente ponga monedas, recolectamos casi $5, nos alcanzó para los fideos de esa noche. Todos los días vamos allí, ojalá alguna vez tengamos suficiente plata como para vivir sin tener que pedir, ni trabajar.



Lucía Algieri

Como si estuvieras jugando, otra mirada

Eran las diez de la noche. Eso decía el gran reloj de la estación de trenes. Escuché que llegaba un tren, el último del día; puntual. Miré a mi hermano con algo de miedo, y él simplemente me asintió con la cabeza.

Desde el día en que Inesita empezó a venir con nosotros a la estación todo pareció mejorar. Comíamos mucho mejor que antes, y ya no teníamos que cazar pájaros. La gente nos daba monedas cuando mi hermanita se hacía la cieguita, y sin eso no sé que hubiéramos hecho.
Así pasaron días. Meses. Años. Cinco, para ser exacto, siempre yendo a la estación, esperando conseguir dinero. Pero, a medida que pasaba el tiempo e Inés crecía, ganábamos menos. Ahora, sin ella, resultaba casi imposible conseguir algo.

Miramos a la gente (que era poca) saliendo del último tren y yendo cada quién por su camino. Nos escondimos detrás de unas columnas y esperamos a que la mayoría se fuera. A lo lejos vimos a una señora acomodando su cartera.

La abuela pasaba todo el día en la cama, su espalda le dolía mucho. Inesita estaba enferma. No sabíamos bien que tenía, pero estaba pálida y muy flaca. Nunca había estado mucho mejor, pero ahora estábamos seguros de que necesitaba alguna medicina o a un doctor. No teníamos nada para darle de comer.

Yo la miré desde mi escondite; parecía estar apurada, y se había retrasado en acomodar su cartera. Seguramente iba a tomarse un micro. Volví a mirar a mi hermano, él me alcanzó uno de los fierros que tenía en la mano.

Recuerdo que un día mi mamá, si es que puedo llamarla así, vino a visitarnos. Pero era sólo para dejarnos a mi hermanita. Estaba muy cambiada, mi hermano y yo no la reconocimos al principio; dijo que nos iba a mandar plata todos los meses. Nos mintió, y nunca la volvimos a ver ni recibimos su dinero. Ahora mi abuela ni siquiera trataba de levantarse por el dolor, y esa bebita, hoy casi mujercita, escuálida y débil que mi mamá nos había dejado está muy enferma. Sólo tiene diez años, y hace cinco que empezó pedir plata en el tren. Poco menos que la mitad de su vida.

Todo fue idea de mi hermano. Caminando un poco encontramos unos fierros tirados de una vieja obra en construcción que se había cancelado. Sí, fue su idea. Pero yo no me opuse para nada.
Agarré lo más firmemente que pude el fierro, pero igualmente me temblaba la mano. Salimos de atrás de las columnas rápidamente, y nos dirigimos a la señora, que alzó la mirada, asustada.

Mi abuela me había enseñado a no robar. Pero... ¿cómo le puedo hacer caso a una mujer que hizo trabajar y mendigar a sus nietos? – Dame la cartera –le ordenó mi hermano a la mujer.
Yo mantenía el fierro en alto por si acaso, recordando los días en los que cazaba aves para vender en la estación, y cuando todo parecía estar bien.
Lila Ailén Ragusi

Un cuento de miedo

Cuando un niño pequeño se queda solo en una casa y sin nadie, a veces se imagina cosas...
Cómo no se va a imaginar cosas si la soledad y la oscuridad son HORRIBLEs. Estar durmiendo solo entre cuatro paredes con todo oscuro, los ruidos mínimos (del viento o del agua al gotear de una canilla) se convierten en pesadillas, en ruidos de cualquier cosa pero menos de lo que son. Desde sombras o cosas tiradas o ropa que nos parece, al mezclarse con el ruido, que hay alguien o algo. Y nos asusta. Algunos nos tapamos hasta la cabeza y tratamos de dormir. Otros quedan despiertos sin saber qué hacer. Luego, cuando se hace de día y nos levantamos, nos damos cuenta de lo que era, pero sin pensar ni acordarnos, a la noche siguiente vuelve a pasar lo mismo porque… ¡¡¡La OSCURIDAD y la SOLEDAD son HORRIBLES!!!
Mayra Calvi López
El blanco escalofriante

Se despertó asustada, con el corazón palpitándole aceleradamente, quiso gritar, llamar a alguien que la ayude, y el miedo le cerró la garganta. Estaba tan aterrada que no podía moverse. Pensó que él ya no volvería… pero ahí estaba, otra vez, tan presente como la primera vez. Escuchaba desde la cama su ronco e inconfundible ruido sonando desde lo más profundo del silencio. Podía imaginar sus movimientos, se sacudía como si tuviese un acceso de tos imparable. De solo escucharlo, un intenso escalofrío recorrió su pequeño cuerpecito. Fue más fuerte que ella, tampoco resistía quedándose quieta. Y, como si fuese tomada por una mano invisible que la empujara, se levantó y fue corriendo hacia la cocina. Fue entonces que lo vio, cada vez estaba más fuerte, y se movía convulsivamente, vestido de blanco de pies a cabeza. Escuchó en medio de tan espeluznante escena la voz de su madre quien, mientras la tomaba de sus brazos, le decía:-Milena, no te asustes, es solo un lavarropas, no puede hacerte daño-.

La cosa blanca y fría seguía imperturbable…pero… mirándolo desde arriba, en los brazos de su madre, le pareció más inofensivo.


Milena Moyano

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Mitos urbanos: Los fantasmas del subte



Varias historias circulan en torno de los subterráneos de la cuidad de Buenos Aires, en especial las estaciones de la Línea A, inaugurada en 1913, que actualmente une Plaza de Mayo con Primera Junta.
Se cuenta que un antiguo empleado de la estación Sáenz Peña concurrió a los baños en horas de servicio y encontró en ellos a un pobre hombre degollado sobre un charco de sangre que emanaba de su destrozado cuello. De inmediato el aterrorizado empleado dio el alerta al personal de seguridad de la estación que acudió rápidamente a la escena. Pero en vez de encontrar al hombre muerto encontraron el sitio en perfectas condiciones y sin ningún rastro de violencia. El operatorio no supo como explicarlo.
Al día siguiente, la situación volvió a repetirse, pero esta vez el protagonista fue otro empleado; pero cuando llegó el personal el hombre había desaparecido nuevamente.
Muchos fueron los trabajadores que afirmaban haber visto el degollado en los baños, pero no pudieron hacer nada al respecto.

Otras de las historias tienen como escenario el tramo comprendido entre las estaciones Alberti y Pasco aunque esta vez su figura central es una extraña mujer en traje de novia.
Esta joven es un fantasma cuyo prometido, según se cuenta la abandonó ante el altar, circunstancia por la cual se había arrojado a las vías del tren. Otra versión señala que el casamiento se realizó pero había sido una unión por conveniencia para los padres de los novios. La muchacha prefirió suicidarse al salir de la iglesia antes de contrariar su propia voluntad.


Búsqueda de información: Lila y Milena

lunes, 24 de septiembre de 2007

Porcelana y Dorado

Se encontraban un día de invierno, solos en la oscura claridad de la nieve. Tiritando de frío al compás de la rígida música del invierno. Porcelana y Dorado no se miraban. No por timidez, sino porque cada uno tenía lágrimas suficientes en los ojos como para no poder ver lo que los rodeaba. ¿Por qué las lágrimas? No lo sé, no me atreví a preguntarles. Pero estoy segura de que no por el tiempo ni la nieve. Y no lo digo por adivina, sino porque yo estaba allí y no me ocurría lo mismo.

No estuvieron mucho tiempo ahí, sin descubrirse el uno al otro. Esto sucedió a través de un leve choque, tratando de caminar rumbo a la salvación. Y de hecho la encontraron.

De tibieza se transformaron sus rostros. Pero al cesar sus sonrisas. El viento cayó con ellos, y rendidos de cansancio se dejaron caer apoyados sobre mi corteza, en una caricia que parecía eterna. Mis hojas los acariciaron suavemente para cobijarlos.

Dejaron de pensar y sólo soñaron.

Al despertar ya era primavera. De mis desnudas ramas, habían crecido flores, hermosas flores; pero lo extraño es que, tan puros seres, al rozar mis raíces, florecieron completamente mis ramas. Doce millones de hijos, de todas clases: rosas, narcisos, jazmines, amapolas, violetas y hasta enredaderas doradas, que abrazaban mi débil tronco. Entonces, me di cuenta, de que Dorado se llamaba Dorado, debido a su tan fuerte y hermosa alma, capaz de luchar toda una vida por un objetivo y que hasta que duerma, de repente, en el epitafio de su conciencia, no da crédito alguno a quien le hiciera ignorar sus objetivos y su fe. Y que Porcelana se llamaba Porcelana, por su alma frágil y bella, infinita en amor y belleza, pero más destrozada que nunca. Como el sol y la luna, en su amor inconcebible.

- Dorado -susurró Porcelana- ¿Por qué estamos aquí?

- ¿Dónde estamos? No lo sé, sólo recuerdo lo que ha sucedido antes -dijo- y no estoy feliz por ello.

- Es verdad -dijo Porcelana, con tono de penumbra.

- Es verdad que no entiendo por qué nos expulsaron, después de todo, sólo queríamos enseñar a crear un mundo nuevo.

- Es que no entienden. Y cuando no entienden, saben que lo mejor es hundirse y como topos, cubrirse de tierra hasta no oír más. Entonces viven "La vida correcta".

Mis ramas se estremecieron. No sabía que ese mundo existiría. Tampoco sabía qué decir, aunque no pudiera hablar.

¡Qué impureza hay, expansiva y que no deja ver la vida!

... que nos engaña, nos encarcela, qué impureza!

Nos quedamos sin movernos, ni hablarnos. Entré al campo de Primavera, en el país soñado.


Ingrid Fainstein Oliveri.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Mundial de Rugby: historia de los Pumas




El rugby se instaló como deporte organizado en Argentina el 10 de abril de 1899 con la creación de The River Plate Rugby Unión Championship, institución que precedió a la actual Unión Argentina de Rugby (UAR). La selección albiceleste exhibe varios momentos memorables. El primero fue en 1965, cuando argentina logró reconocimiento mundial en la gira a Sudáfrica. En esa oportunidad, de 16 partidos jugados los Pumas - como se los llamó a partir desde esa gira ganaron once, empataron uno y fueron derrotados en cuatro oportunidades. En las décadas del 70 y 80 lograron triunfos frente a potencias como Inglaterra, Australia, Francia, Escocia, Irlanda y un empate frente a Nueva Zelanda en 1985. En 1987 la selección de menores de 19 años -conocidos como los pumitas-, obtuvo el primer campeonato mundial, logro que repitió en seis oportunidades. Por otra parte, los menores de 21 años obtuvieron en 1998 el segundo puesto del torneo del hemisferio sur, derrotando a Nueva Zelanda, Sudáfrica, Inglaterra y perdiendo la final frente a Australia. En la IV copa del mundo, en Gales 99, que conmemoraba el centenario de la UAR, Argentina se ubicó en el quinto puesto, después de perder con Francia. En enero del 2000 se llevó a cabo en Argentina la III copa del mundo de Seven, con una notable participación de los Pumas, que cayeron en semifinales ante los All Blacks.
Federico Kurlat