jueves, 28 de agosto de 2008

Tinker Bell y Silver

Había una vez... un pueblito, muy pequeño, situado a un lado de un lago en donde todas las casitas lo rodeaban, este pueblo tenía una particularidad muy especial, era mágico. En este pueblo, habitaban duendecitos, elfos, ninfas, hadas y todo tipo de seres mágicos, pero esta vez los protagonistas serán los integrantes de la familia Fawn.
Esta familia compuesta por la mamá, Clarion. Ésta es un hada muy cariñosa, buena, sabia y sensible. Alta, con su hermos vestido blanco con detalles dorados. Tiene dos hijas, Tinker Bell y Silver. Tinker Bell que es una aventurera, divertida y valiente, que se enoja muy fácil, pero es muy dulce, bajita y muy linda. Lleva puesto siempre su vestido verde, hecho de pétalos de hojas y su cabello dorado siempre recogido. Silver una hadita muy amigable, optimista y confiable, que era una más alta que su hermana con un hermoso pelo largo de color negro, con su largo vestido violáceo hecho de pétalos de flor de loto y por último la querida Mary, que era la mejor amiga de Clarion y nana de sus hijas, esta hada es muy detallista y disciplinada, queanda de aquí para allá como un colibrí regordete con su vestido hecho de una florcita violeta.
Una mañana cuando Tinker Bell y Silver todavía en sus camas, escuchaban a su madre y a Mary hablar muy claramente sobre lago que les preocupab. Sigilosas se levantaron y atentamente escuchaban...
- Pero Mary no te das cuenta de que no lo puedo hacer -dijo su madre.
- Hay Clarion, vieja amiga, siempre con tus complicaciones. Mandaremos a una de las niñas y ya!.
Tinker Bell y Silver se miraron, cuando de golpe una voz dijo:
- Niñas, de nada sirve ocultarse ya sé que están allí -dijo su madre.
La hermanas abrieron la puerta y sonrieron...
- ¿Madre, qué es lo que ocurre?, dijeron al unísono.
Y la madre suspiró, y les dijo que se sentaran para poder charlar, mientras Mary servía el desayuno.
- Hijas, hay un problema, necesito algo que esta pasando el lago, pasando los bosques en el valle donde están las sirenas... hay unas campanillas doradas y plateadas que las necesito para un hechizo de magia pero ni yo puedo ir ni Mary tampoco, necesito que atraviesen el lago, el bosque y lleguen al valle de las sirenas.
Las hermanas confundidas le preguntan:
- ¿Cómo que un hechizo? ¿Por qué? ¿Para quién?
- Tranquilas niñas. De una pregunta a la vez- dijo Clarión-. El hechizo lo necesito porque me temo que estoy enferma de algo que sólo puede curar los pétalos, y néctar de esas campanillas.
Después de todas la explicaciones e idas y venidas de las chicas, propusieron salir luego del almuerzo.
- Adios niñas, tengan mucho cuidado, no se separen gritaba Mary y Clarion.
Mientras Tinker Bell y Silver se alejaban.
- Silver bajaremos ni bien veamos el camino que lleva al bosque así estiramos las alas. Dijo Tinker Bell.
- Muy bien -asintió con la cabeza.
Bajaron y reposaron solo unos segundos, luego siguieron parte del recorrido a pie, mientras charlaban y cantaban.
Ya haciéndose la noche, cuando el sol empezaba a bajar, buscaban un lugar para poder acomodarse y pasar la noche... pero no veían ningún buen árbol para descansar, el terreno del bosque era disparejo y en el suelo las podían atacar algunos animales del bosque, preocupadas se preguntaban qué hacer cuando de la nada se escucha...
- Shhhh, -un chistido.
- ¿Qué fue eso? -dijo Tinker Bell.
- Sh! Haz silencio -dijo su hermana.
- Shhhh, -el chistido nuevamente y una suave vosesita exclama- por aquí hadas.
Las hermanas miraron y detrás de la piedra había un ratón. Se acercaron lentamente y ahí estaba en la puerta de su casita.
- ¿Qué hacen tan tarde merodeando en un bosque tan inmenso? -preguntó el ratón.
- Mi hermana y yo -dijo Silver- estamos en busca de unas flores que hay en el valle de las sirenas, y decidimos caminar por el bosque pero se nos ha hecho tarde y buscábamos un lugar dónde pasar la noche pero no vemos ningún lado en donde dormir. ¿Usted podría dejarnos pasar solo una noche? En la mañana nos iríamos.
- Sí, por supuesto.
Tinker Bell y suhermana entraron allí enesa cuevita bajo tierra donde tenían muy buen espacio. El ratón les dió la cena y las atendió muy bien, luego se fueron a dormir. En la mañana, se levantaron temprano. El ratón preparó el desayuno y les dijo:
- Deben tener mucho cuidado con las sirenas, ya que son muy engañosas y tramposas.
- Lo tendremos -dijeron ellas.
Esa misma mañana salieron temprano y emplearon vuelo, luego de un buen rato, se aproximaron al tan bello valle, con sus ramas de sauces, tocando el agua delicadamente. Flores flotando, pajaritos cantando y en el agua, las bellas sirenas nadando, jugando, cantando.
Al llegar sigilosas, con cautela, buscaron las campanillas pero no las veían. De golpe, Silver dice:
- ¡Hey!, ¿por qué me mojaste?
- Yo no fui -respondió Tinker Bell.
Y sí eran esas tramposas sirenas, las acorralaron por así decirlo y les preguntaban cualquier tipo de cosas.
-¿Qué hacen aquí hadas?
- ¿A qué vinieron?
-¿Qué buscan?
Tinker Bell y Silver explicaron el motivo y las sirenas comprensivas les dijeron que lo que ellas buscaban se encontraba unos pasos más allá del valle bordeando el gran sauce.
- Muchísimas gracias -dijeron las hadas.
Mientras se encaminaban a buscar las flores escuchaban las risas de las sirenas y Tinker Bell dijo:
- Me suena que hay algo raro en todo esto, tengo el leve presentimiento de que el ratón tenía razón.
- Vamos hermana, no seas tonta, vamos que todavía falta -dijo Silver .
Al llegar al gran sauce luego de una hora de viaje, dieron la vuelta y se encontraron con un mar de flores pero ninguna era dorada, ninguna era plateada, las habían engañado.
- Te dije que hjabía algo raro -dijo Tinker Bell a su hermana-, ¡ajjj esas sirenas tramposas! ¡Estoy furiosa!
- Tranquila Tinker Bell veremos que podemos hacer y si no volveremos y le exegiremos a esas tramposas que nos digan dónde están esas flores.
Luego de buscar y buscar, no encontraron nada y volvieron al lugar a exigir esas flores. Tuvieron la buena suerte de que una bella sirena les diera las flores, sin trampas ni trucos.
Y así Tinker Bell y Silver volvieron a casa y le dieron las flores a su madre. Realizado todo, la madre mejoró y así la tranquilidad volvió a la casa de la familia Fawn.

Natalia Buzeta, 3º A.

Las misteriosas historias de Carla

Después de muchos años y para mitigar un poco quizás, el terror que me invade con sólo recordar aquellos días, decido hoy contar el acontecimiento más atroz en el que me he visto involucrada.
Ocurrió en un ya lejano verano en ocasión de las vacaciones con mi grupo de amigas. Habíamos pensado en hacer algo diferente: mi prima Carla, varios años mayor que yo, gustaba de asustarme con historias misteriosas, casi anecdóticamente y después de haber desechado varios sitios, relaté a mis amigos un cuento de Carla sobre un fantasma que habitaba en un remoto pueblito perdido en la montaña.
Todos se entusiasmaron ya que queríamos vivir la aventura diferente y nos propusimos hacer las averiguaciones pertinentes.
Fue así que unos días después, y por una serie de casualidades nos informaron cómo llegar al escasamente habitado pueblo, llamado Cumbrefría.
Nadie sin embargo, quiso aportar más datos y todos se mostraban reticentes y asustadizos.
Una mañana muy temprano nos juntamos con Alfredo, Gabriel, Mariana, Javier, Carolina y yo sabiendo que un largo viaje nos esperaba.
Por supuesto, todos tomamos en broma los ridículos cuentos de mi prima, burlándonos de la vulgaridad de aquellos que tienen semejantes creencias.
Llegamos, ya entrada la noche a un paraje en el que decidimos parar a comer y preguntar por el camino a seguir, pues parecía que la ruta terminaba allí. Nos atendió apenas entreabriendo, luego de golpear un rato, un oscuro hombrecillo de barbas largas y mirada torva.
Explicamos nuestras intenciones y tras oponer bastante resistencia, refunfuñando nos dejó pasar. Dijo que ya había cerrado la cocina y nos trajo sólo pan y queso. Cuando le preguntamos por el pueblo Cumbrefría, de repente se puso a temblar como una hoja. Se puso a tartamudear, los ojos se le pusieron blancos, entonces Gabriel fue corriendo a buscar agua.
El lugar era inhóspito, solitario, retumbaban en el aire nuestros pasos.
La noche palpitaba oscura, cerrada; no había luna y todo lo que se veía era gracias a la luz de pocos faroles que había en las esquinas. No había luz, ni rayito alguno que saliera de bajo de las puertas.
El silencio era total, hasta nosotros estábamos invadidos por un silencio pesado como si estuviésemos más esperando escuchar algún sonido que nos orientara hacia algún lugar. No había carteles que nos indicaran algún hotel. No teníamos idea de donde pasar la noche.
Fue Mariana quien avisó que había encontrado un altillo. Así, casi sin ponernos de acuerdo, todos nos dirigimos paulatinamente hacia allí. Cuando llegamos al pie de la ventana, un sonido se escuchaba allí como una música lejana... tal vez un violín.Nos quedamos, quietos, muy juntos, absortos. Las notas musicales nos tenían como hipnotizados. Ya no reíamos, comenzamos a sentir frío.
De repente, la ventana se abrió levemente y notamos que a pasos de la luz había una sombra.
La sombra poco a poco fue haciéndose más real, cobró forma, o eso creímos todos. En eso, el ruido de una puerta abriéndose se escuchó, una que hasta el momento no habíamos visto. Estaba frente a nosotros. Carolina fue la que hizo el gesto de entrar. La seguimos...
Un olor intenso a humedad penetró nuestro olfato, percibimos telarañas en el rostro al surcar la entrada. Cuando nuestra visión se acomodó a la oscuridad, pudimos ver un escenario en ruinas y un viejo telón roto.
La música empezó a sonar más fuerte y los crujidos eran impresionantes. Tuvimos al instante la percepción de una presencia tan real como nuestra existencia. Parecía que la música generaba sombras que juzgaban con nosotros.
Javier quitó poco antes de desaparecer ante nuestros ojos atónitos. La puerta se cerró de golpe. Nos vimos atrapados en el teatro. Los sonidos eran ya ensordecedores. La telaraña espesa… Desesperados, buscamos a Javier.
De repente, escuchamos su voz pero no podíamos verlo. Así con cada uno de nosotros, nos creían invisibles para los demás y nuestros cuerpos cada vez más húmedos en la espesa telaraña. Sentí que fue increíble, pensé que debía de existir, que sólo una vez era perceptible.
No sé cuánto tiempo estuvimos así. Pasaron horas; nuestras voces habían cambiado. Todo estaba ocupado por "la sombra". Fueron los primeros rayos del sol al llegar el día, los que nos salvaron paulatinamente. Volvimos a vernos y reconocernos. Aún presos del pánico, nos movimos lentamente.
El teatro, ahora lo pudimos ver, era un montón de ruinas. Sin embargo, en el piso vimos las pisadas enormes que, claro, no era de ninguno de nosotros.
Cada uno equivalía a, por lo menos, 10 pies humanos. Éstos finalizaban al pie de una escalera, la que llevaba al altillo. En el primer escalón, un empolvado violín aún vibraba.
Ninguno de nosotros quiso subir las escaleras.

Milena Moyano, 3º A.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Roald Dahl y yo...

1ª Escena:
Lucía camina plácidamente por las calles de Noruega, cuando se le ocurre entrar a un bar. Pide un café cortado y mientras lo toma; ve a su derecha a un hombre al cual no se le ve la cara pero está hundido en una silla y parece sumamente deprimido.
Lucía: - Señor, ¿se encuentra bien?
El hombre misterioso levanta la cabeza y la joven lo reconoce, es su escritor favorito: Roald Dahl. Roald: - Estoy bien pequeña.
Lucía: - No puedo creer lo que mis ojos ven, ¿Es Usted, Roald Dahl, el escritor de famosísimas novelas como “Las Brujas”, “Jim y el durazno gigante”, “Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda”, etc.?
Roald: - Así es niña, ese soy yo.
Lucía: - ¿Y qué hace por acá?
Roald: - Suelo frecuentar este bar.
La chica nota en los ojos del escritor un chispa de tristeza.

Escena 2ª:
Lucía: - De verdad, cuénteme lo que le sucede.
Roald: - Todo comenzó unos dos meses atrás, yo estaba profundamente enamorado de una mujer tan hermosa, tan cálida. Todo empezó bien pero… No debería contarte esto a tí.
Lucía: - Oh! ¡Continúe, por favor!
Roald: - Bueno, como te decía, todo comenzó bien entre nosotros, pero al cabo de un tiempo comencé a notarla rara. No respondía mis llamadas, y no quería verle. Dos semanas después, me enteré que había otro hombre en su vida.
Lucía: - ¡Qué terrible! Hombre, deje de pensar en ella y búsquese otra mujer que realmente valga la pena.
Roald: - Me resulta imposible, la amo y es el amor de mi vida. La voy a esperar hasta que me muera, y cuando la encuentre voy a decirle todo lo que siento por ella, que aún no lo sabe.
Lucía: - Me parece bien que la espere, pero mientras tanto salga, conozca mujeres, hágale pensar que no es la única en su vida, y ya la va a ver cómo vuelve solita y arrepentida.

3º Escena:
Roald: - Debo irme joven, gracias por tu consejo y por escuchar me, eres una buena pequeña, ¿cómo es tu nombre?
Lucía: - Lucía, y gracias a Usted por deleitarme cada día con su maravillosa novela.
Un día después, 23 de diciembre del 1990, Roald Dahl muere de leucemia, sin poder decirle a su amada todo lo que sentía por ella.

Lucía Algieri, 3º A.

Borges y yo...

1ª Escena:
Es un día soleado y en mi tercer día de viaje por Suiza decidí levantarme temprano tentada por la oferta que el guía de turismo ofreció ayer en el hotel. Siempre quise hacerlo y hoy me siento con la dosis de valentía necesaria para volar. Así que, disfrutando el aire de la mañana y con el espíritu lleno de aventuras, camino hasta el lugar.

2ª Escena:
Llegada al lugar donde despegan los globos aerostáticos, el corazón me late a toda máquina, no sé si por esto o por mi exaltada imaginación, me parece ver entre la gente a mi escritor favorito ¡Jorge Luis Borges! ¡Demasiadas emociones para un solo día! Así que, decido acercarme y cerciorarme de que sea él efectivamente. Justo en el momento en el que estaba por subirme al globo.
No puedo describir mi sorpresa cuando supe que era él y mi torpeza al no poder articular palabra alguna. Soñé muchas veces con tenerlo a mi lado y bombardearlo a preguntas y ahora… no me salía nada.

3ª Escena:
Salida de mi asombro y saliéndome las palabras a borbotones, le digo que soy argentina, que leí toda su obra y que es el mejor escritor de mundo.
Él sonrió tiernamente y dijo que mi llegada era de lo más oportuna. Que la persona que lo acompañaba no se animaba a subir y que él necesitaba compartir ese viaje y las sensaciones del mismo, con alguien. Me invitó a viajar con él.

4ª Escena: Borges y yo entre las nubes.
Verdaderamente un gran vuelo. La experiencia de estar a tantos metros del suelo y con Borges que cada vez que abría la boca exhalaba poesía, hizo que me pellizcara a mí misma muchas veces para comprobar que no estaba soñando.
Él habló de su ceguera y de que era la primera vez que le encontraba una ventaja, dijo que se sentía flotar y que ese sería el centro de su próximo cuento. Yo tenía la esperanza que el viaje no se termine nunca.

5ª Escena:
Ya llegados a tierra, Borges me agradeció mi compañía y dijo que lo hice sentir joven otra vez. Prometió incluirme como un personaje en su cuento. Al separarme, sentí que ya no era la misma, que me había convertido en un ser de ficción.

Escena final:
Algún tiempo después, de regreso a Buenos Aires y transcurridos varios meses, alguien toca mi puerta. Era un empleado del correo que traía un sobre grande para mí. Al abrirlo veo un libro escrito por Jorge Luis Borges titulado: “El vuelo más bello del mundo” junto a él había una carta escrita por Borges en la que me decía que con ello cumplía su promesa pero que debía ser un secreto por nosotros.
El libro aún es inédito en el mercado.

Milena Moyano, 3º A

Milagros y su hada de los sueños

Hace mucho tiempo, en una casa aislada de la ciudad, vivía una niña de 13 años, con sus padres y un hermanito más chico de 7 años, con el cual no se llevaba muy bien.
La niña, llamada Milagros, era una pequeña muy estudiosa, inquietante, valiente y curiosa. Aparte de ser muy linda, lucía su pelo negro y largo y sus ojos verdes, redondos demostraban valentía.
Muchas veces sus padres le decían que ella era algo rara, ya que cuando leía sobre algún tema que le interesaba, no paraba de investigar sobre aquello.
A Milagros le gustaban y creía mucho en los duendes y hadas. Para ella, era un mundo maravilloso. Su habitación tenía un hermoso altillo con una ventana y estaba llena de dibujos y cuentos de hadas y duendes.
Una mañana la niña despertó y vio que en su casa no había nadie. Sus padres y su hermano menor le habían dejado una nota que decía que ellos se habían ido a una feria en la ciudad. Como siempre, la dejaban sola, pero para ella no era molestia.
Como era una niña muy curiosa, bajó al sótano de la casa para ver si encontraba algo interesante. En un rincón, encontró un cofre. Y dentro de él, había un libro con una apariencia muy antigua.
El libro sobre la tapa tenía un dibujo de un hada posada sobre la luna. La niña quedó sorprendida con el libro y tan ansiosa lo habría sin perder un minuto. Entonces, se sentó y comenzó a leerlo.
El libro contaba una historia de un hada llamada "Gisen", que era el hada de los sueños. Era tan bello y maravilloso el cuento, lo que decía el hada Gisen, que la niña quedó fascinada y todas las noches se sentaba junto a su ventana, con el libro en sus manos mirando la luna, como esperando algo.
Una noche mientras hacia lo mismo de todas las noches, escuchó una bella risa de mujer que venía de su cama. La niña, al darse vuelta, quedó sorprendida porque la bella mujer era el hada Gisen. La niña sin temor se acercó y se sentó junto a ella. La hermosa hada era alta, blanca, su pelo era largo y oscuro, ojos azules y unas alas grandes que irradiaban una hermosa luz.
La niña la miró y le preguntó:
- ¿Tú eres el Hada de los Sueños? ¿Eres la misma del libro?

El hada se sonrió y contestó: - Sí, esa soy yo! Estoy muy contenta de que me hayas encontrado, sé que mi libro ha caído en buenas manos...
La niña quedó muy contenta por este encuentro. Comenzó a hablar con el hada y le dijo lo siguiente:
- Yo sabía que las hadas existían, pero ¿puedes contestarme algo?
- Sí, dime...
-¿Por qué mis padres piensan que soy rara, y ellos y mis compañeros me dicen que estoy loca y que las hadas, los duendes, Papá Noel y todo el mundo maravilloso, no existe?
El hada volvió a sonreír y acobijo a la pequeña entre sus brazos. Entonces, acariciándole el pelo, le contestó:
-Yo creo que ellos están equivocados. Ellos han sido afectados por la incredulidad de estos tiempos. No creen más que en lo que sus ojos ven. Piensan que aquello que sus pequeñas mentes no pueden comprender, no existe.
Todas las mentes, Milagros, sean de adultos o de niños, son pequeñas. En este universo, el hombre es un simple insecto, una hormiga, cuya inteligencia no resiste la comparación con el ilimitado mundo que nos rodea.
Sí Mily, existimos. Nuestra existencia es tan real como el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstas abundan y dan gozo y belleza a tu vida.
¿Cómo no creer en nosotras? aunque no nos vean. ¿Esto qué prueba? Nadie nos ve, pero yo he elegido y querido que tú me veas.
Pero es que hay cosas muy reales en el mundo, que ni los sueños, ni los adultos ven. ¿No has visto alguna vez a nosotras las hadas danzando en el bosque, o a mí sobre la luna? Por supuesto que no, pero eso no prueba que no estemos allí.
Nadie puede concebir o siquiera imaginar todas las maravillas invisibles que existen en el mundo.
Tú puedes romper el sonajero de un bebe y descubrir qué es lo que produce el sonido, pero el mundo que no ve lo que Ustedes, tienen un velo que lo cubre, un velo que ni el hombre más fuerte puede descorrer.
Sólo la fe, el amor, la fantasía, el romance y la poesía pueden descorrer esa cortina y permitirles ver el cuadro de belleza sobrenatural y gloria que está más allá de sus sentidos.
¿Es todo ello real? Ah, Mily, no hay en tu mundo nada más real y permanente que esta transcendencia.
Y tú me has podido ver por tu creencia, tú has podido descorrer ese velo porque tienes todo lo que se necesita para descorrerlo, pero no significa que todas las noches nos vayas a ver. No obstante, te hago una promesa... Siempre voy a estar cuidándote. Así que no dejes que la incredulidad te llegue a Vos también, sigue creyendo y que no te importe lo que los demás te digan. Tú sabes que existimos...
Milagros quedó sorprendida al escuchar esas palabras. El hada Gisen la recostó sobre su cama y antes de dejarla ir, la niña le preguntó:
- Hada, ¿te volveré a ver?
- Milagros, recuerda que yo soy el Hada de los Sueños, y en el momento menos esperado Tú me verás, sólo sigue creyendo en nosotras.
La niña se sonrió y el Hada le obsequió un collar que tenía puesto ella. Le dijo que siempre estaría con ella y que cuidara del collar y del libro.
Milagros comenzó a dormirse y el hada Gisen desapareció.
Fue la experiencia más hermosa que la niña tuvo y en el día de hoy, que tiene 35 años y todavía conserva el amor, la fe y por supuesto, el collar y el libro.
Maira Calvi López, 3º A.