Mi nombre es Belén, tengo 15 años y vivo en la calle. Nunca conocí a mis verdaderos padres, me crié en las calles junto al día y la noche, el frío y el calor, el hambre y la desesperación por una vida digna.
Anteayer, o sea el miércoles, justo a las 3:00 AM, cuando mis ojos se cerraron lentamente para ingresar en un sueño profundo, vi un resplandor blanco que de a poco comenzaba a tomar forma. Mis ojos se abrieron totalmente... Resulta que era un ángel, con una mirada pacífica y tranquilizadora. En ese momento todos mis miedos se fueron. Pero... después apareció otro ángel con alas negras y con una mirada muy triste, con lágrimas a punto de caer. El ángel de negro me dijo que había estado en mi misma situación, y que entonces, un día, se le apreció el más cruel de los ángeles y le dijo que si mataba a alguna persona, él le daría cosas a cambio, cosas que nunca en su vida había tenido. “Acepté su propuesta y maté”, me dijo desesperado. “Pero él me traicionó”, continuó su relato. Lo condenó a una eternidad de mala suerte.
- Si eres del Malo, ¿por qué me dices todas estas cosas?- le pregunté.
- Porque por más que sea de abajo, fui un ser humano, tú lo eres y no quiero que caigas en su sucia trampa.
- Yo he venido enviado por los cielos, vine a buscarte- dijo con suavidad el ángel blanco.
- Yo he venido enviado por los cielos, vine a buscarte- dijo con suavidad el ángel blanco.
- Ve, no cometas mi error. Yo no cumpliré con las órdenes del Malo- decidió el otro ángel.
Entonces, sentí un escalofrío. Diez segundos más tarde me vi, observé mi cuerpo desde arriba y me di cuenta de que diez segundos de dolor valen más que toda una eternidad de sufrimiento. Tres semanas después de mi muerte, mis padres aparecieron. El haber visto mi cara en los diarios, tan parecida a la de mi madre, los ayudó a saber que era su hija. Me enteré de que había sido robada de pequeña. ¡Qué suerte que pude salir de esa pesadilla! Lástima que caí en otra: la calle.
Ahora, estoy en el paraíso. Entiendo que mis padres estén mal, después de años de búsqueda me encontraron, pero muerta. Esta decisión fue por mí, por mi bien y no por ellos.
Entonces, sentí un escalofrío. Diez segundos más tarde me vi, observé mi cuerpo desde arriba y me di cuenta de que diez segundos de dolor valen más que toda una eternidad de sufrimiento. Tres semanas después de mi muerte, mis padres aparecieron. El haber visto mi cara en los diarios, tan parecida a la de mi madre, los ayudó a saber que era su hija. Me enteré de que había sido robada de pequeña. ¡Qué suerte que pude salir de esa pesadilla! Lástima que caí en otra: la calle.
Ahora, estoy en el paraíso. Entiendo que mis padres estén mal, después de años de búsqueda me encontraron, pero muerta. Esta decisión fue por mí, por mi bien y no por ellos.
Micaela Borda
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