martes, 2 de octubre de 2007

LA PROFECÍA



Antiguamente parece que la Tierra era plana y que el monte Olimpo, donde vivían los dioses, estaba ubicado en su centro exacto.
Urano, el cielo, y Gaea, la tierra, eran los principales dioses y tuvieron doce gigantescos hijos -seis mujeres y seis varones-: los Titanes. La fuerza de estos muchachitos era tan enorme que alcanzaban a la de sus padres. Urano, atemorizado, los encerró y los encadenó recién nacidos en un oscuro abismo por debajo de la tierra llamado Tartarus. Luego de un tiempo los dioses tuvieron otros tres hijos más, los cíclopes, que también fueron destinados a ese horrible lugar, al igual que los siguientes tres hijos centimanos (seres de 100 manos), no era demasiado amoroso este Urano.
Cuantos más seres llegaban al Tartarus los gritos de libertad de los titanes eran cada vez más desesperados.
Entonces, la madre que estaba enfurecida por lo que había hecho su marido, liberó a uno de sus hijos titanes, Cronos, que fue el único que se animó a derrotar a su padre y realizar una venganza. Cronos destronó a Urano quien lo maldijo profetizando que llegaría el día en que su sucesor lo destronaría también.
Cronos no le hizo caso y liberó a sus hermanos, los Titanes, y les distribuyó diferentes cargos del reino. Con el tiempo, el nuevo rey se enamoró y se casó.
Una bella mañana se anunció el nacimiento de uno de sus hijos con su amada Rhea, pero a este se le vino a la memoria la profecía de su padre, entonces solicitó a su hijo y se lo devoró. Lo mismo hizo con los demás niños. Hasta que un día Rhea se cansó y engañándolo le dio una piedra envuelta con mantas, y así salvó a su hijo Zeus.
Este creció oculto al cuidado de una ninfa que, para evitar que los llantos del niño se escucharan en el Olimpo, junto a sus hermanas, profería gritos penetrantes, todas juntas golpeaban sus armas, bailaban danzas furiosas y cantaban toscas canciones de batalla.
El iluso de Cronos, que creía que lo hacían para él, se felicitaba a sí mismo por la astucia mostrada para evitar que la maldición de su padre se viera cumplida.
Pero sus temores volvieron cuando se enteró de la existencia de ese hijo quien finalmente lo destronó y lo obligó a tomar una poción hecha por Metis y reprodujese a sus hermanos que se había devorado.
Los niños, que no eran otros que Neptuno, Plutón, Vesta, Ceres y Juno, dotados de una porción justa del reino, gobernaron por años.


Adaptación: Cecilia Bieri

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